Pócimas mágicas en Estación Mapocho,
“La Yerbería; 25 años de magia a la venta”

Un negocio de familia que lleva más de dos décadas vendiendo pócimas para el amor, la salud, el trabajo y otros varios. Los han acusado de adorar al diablo y de hacer sacrificios de animales en su honor. Por el contrario, estas hermanas han dedicado su vida a darle la batalla a la magia negra. Satánicas o no, en Estación Mapocho se habla de ella, se les conoce, y sobre todo se les respeta.
La gama de productos que ofrece doña Ema en su local es amplia; remedios para la desgracia que hasta el peor hipocondríaco se le ocurra inventar. Las especialidades de la casa apuntan especialmente hacia los conflictos amorosos. Las más vendidas son las mezclas preparadas de fumaria, “que enamora y luego amarra”, y flor de azahar, imprescindible para consumar un buen matrimonio. Para el reconocimiento laboral, se venden hojas y flores secas de gordolobo. Para la prosperidad y la riqueza, las raíces de grama son sin lugar a dudas la mejor opción. Pero si de asuntos más picantes se trata y lo que se busca es solucionar ciertos problemas de alcoba, el polvo de jengibre, la nuez moscada y la flor de lys actúan como excelentes afrodisíacos.
Un reloj despertador con la forma de Jesucristo y una virgen María llorando lágrimas de sangre observan a los transeúntes que circulan por la esquina de Gral. Mackena con Teatinos. La sucia vitrina que protege a las estatuillas exhibe además un montón de hierbas “mágicas”, cartas de tarot, imágenes de ídolos páganos, pócimas y cremas para el amor, el dinero y la suerte. Una fiesta de colores y fetiches que no discrimina ningún credo ni doctrina. Es la fachada de una de las tiendas de hierbas y remedios caseros más antiguas del barrio Estación Mapocho. Tan antigua que ni nombre tiene; un cartel con la palabra “Yerbería” escrita a mano invita a su público a entrar.
Hace 20 años, el panorama era distinto. Los negocios de botánica y las yerberías proliferaban en el sector y la clientela era abundante. Sin embargo, hoy las cosas han cambiado, y de los antiguos locales de este tipo sólo van quedando dos o tres. La “Yerbería” por su parte, lleva 25 años funcionando en manos de las hermanas Camacho. Hoy, es Ema y su hijo Roberto quienes manejan el último de los tres locales que un día conformaron el negocio. Esther, la hermana mayor, fue quien tuvo la idea de poner en práctica sus conocimientos sobre los “remedios del campo” y sacar unos pesos de ello.
“La magia siempre ha estado en la familia” dice Ema, quien asegura que se encargará de seguir transmitiendo sus dotes de generación en generación. Pero nada de brujerías ni rituales satánicos, es lo que primero advierte la dueña del local. Afirma que nunca falta la gente rara que llega pidiendo símbolos de bafomet (utilizados en las sesiones de magia negra) o muñecos de vudú. Las Camacho evitan estos asuntos, apenas quieren hablar al respecto; dicen que su propia madre murió a causa de un mal de ojo. De manera que en la tienda sólo se comercializan pócimas o hierbas que sirvan para ayudar a la gente.
En la “Yerbería” existen también productos exclusivos y extravaganzas difíciles de encontrar en otros lados, como el calendario gitano de Majoré que indica las fechas más favorables para tomar decisiones y actuar. También se ofrecen varios tipos de hilos dorados, los que sirven para los hechizos de atracción, y coronas de ajo seco para la suerte en año nuevo. Además, el local cuenta con una extensa colección de cuarzos, de todos los tamaños y formas posibles, para invocar energías positivas y alejar las malas vibras.
Según sus dueñas, el tipo de cliente que frecuenta un lugar como éste es alguien común y corriente. Desde jóvenes universitarias y colegialas hasta dueñas de casa y hombres de negocios. Los encargos más frecuentes se refieren a los temas amorosos, pero la dueña del local asegura que éstos también varían según las épocas del año. Por ejemplo, durante los últimos meses, la mayor demanda se ha centrado en pócimas para encontrar trabajo.
Roberto, el hijo mayor de doña Ema, trabaja en el lugar desde hace 5 años. Luego de recibirse como químico, entró al negocio para ayudar a su mamá mientras contrataban a alguien más. Pero el asunto le quedó gustando y hoy asegura que no cambiaría su trabajo por ningún laboratorio ni farmacia. Hoy, es él quien se encuentra en la línea de fuego, justo en el mesón principal atendiendo a los clientes.
Pero no todo es pintoresco y color de rosas en la “Yerbería”. En numerosas ocasiones, a quienes trabajan en el local se les ha vinculado con ritos satánicos, pactos con el diablo y hasta sacrificio de animales para rituales de sangre. La situación ha llegado a tal punto que incluso han acudido al lugar varios reporteros para interrogar a doña Ema y a Roberto. Ambos aseguran con determinación que jamás han participado en actos de este tipo y que tampoco lo harían.

